Ella

Difícil de definir, así es ella. Podría definirla solo con buenos adjetivos, pero estaría mintiendo. Ella sabe que la quiero con locura, pero todo el mundo (como yo) tiene su lado oscuro.

 

Así es ella. Un rayo de luz en mitad de la oscuridad. Un atisbo de sombra en medio de un mar de luz. La fuerza que hace que me levante todas las mañanas y a la que más temo cuando tira de mi hacia atrás. Temo la caída tanto como amo el camino que recorro junto a ella.

 

Como la brisa que mece el paisaje, pero que puede convertirse en un tifón; así es ella. O apagarse tanto que no se sepa si respiro aire o no estoy respirando en absoluto. Cuando se apaga, la penumbra cae sobre el universo. Cuando brilla, se apaga toda la oscuridad.

 

Tengo miedo de sus odios,  y tengo odio a sus miedos. Desearía que fuésemos perfectos, pero en lugar de eso… algo nos hizo humanos. Es la bendición y la maldición que deberemos soportar hasta el fin de los días. Una carga dulce, un alivio amargo. Mil soluciones que no funcionan para un único problema, y mil problemas que se arreglan con una sola solución. Hay de todo y siempre habrá de todo. Si no, nos quedaría la aburrida monotonía del devenir del tiempo.

 

Escribo sobre ella porque no sé qué decir sobre ella. Podría escribir palabras, pero seguramente ya las ha leído (oído) muchas veces. En lugar de escribir palabras, describo mi mente. No le abro mi corazón puesto que ya es suyo y ya sabe lo que siente, sino que le hago partícipe de mis pensamientos. De mi propia identidad, puesto que los sentimientos los conoce y son recíprocos.

 

Me gustaría escribir para poder quebrar la maldición, pero sé que no podré romper los eslabones (quizás, solo quizás, aflojarlos) aunque escriba el libro más largo del mundo. Tolerancia al remedio, podría ser. Dosis insuficiente, también. Remedio equivocado, también. Quizás sea que el remedio adecuado en la dosis adecuada sea con una dosis grande y pequeña, durante mucho y poco tiempo y con ese remedio pero también con otros. Y eso es imposible.

 

Pero el parásito sigue dentro de ella. Por mucho que explore su cuerpo, no consigo encontrarlo. Si consiguiese encontrarlo, podría intentar sacarlo aunque eso significase hacerle daño para abrirle la piel (lo hice) pero nunca lo he conseguido quitar por completo. Y eso es lo que no me deja dormir por las noches. Lo que hace que no me levante por las mañanas. Lo que consigue que no respire cuando estoy intranquilo y lo que hace que mi mente se corrompa a si misma tratando de encontrar la respuesta que puede que no exista, después de todo.

 

Es ella. Dolida, angustiada, risueña, alegre, terca, feliz, deprimida, triste, contenta, irritada, somnolienta, cansada, dormida, despierta. Todo eso es ella. Todas las alegrías y toda la tristeza, también es ella. Mi mayor aliada y mi mayor enemiga. La única persona a la que aprecio tanto como le tengo miedo. La que más bien me puede hacer, pero con la que más mal puedo sufrir.

 

Así es ella. Y por todo eso es por lo que la amo con locura, y la amaré hasta que entremos en el claro al final de la senda.

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